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Qué ver en Uzbekistán en 15 días: ruta completa, historia y consejos para viajar con bebé

Descubre Uzbekistán en 15 días con un bebé: ciudades históricas, gastronomía local y consejos prácticos para un viaje inolvidable en familia. Explora Samarcanda, Bukhara y más.


Viajar a Uzbekistán siempre había sido uno de esos sueños que guardaba en mi lista desde hacía años. Cada vez que veía una imagen del Registán iluminado al atardecer o un minarete recortado contra el cielo del desierto, tenía la sensación de que ese lugar escondía algo magnético. Así que, cuando por fin encontramos el momento ideal para hacer este viaje, no lo dudamos: queríamos recorrer la mítica Ruta de la Seda y descubrir de cerca ciudades legendarias como Samarcanda, Bukhara y Khiva.

Uzbekistán sorprende desde el primer instante. No solo por la belleza de sus madrazas y minaretes, sino por una historia milenaria marcada por el paso de caravanas, sabios astrónomos, grandes conquistadores como Tamerlán y civilizaciones que han dejado huellas profundas. Recorrer el país es como avanzar a través de capas de tiempo, donde cada ciudad cuenta un capítulo distinto de esta fascinante región de Asia Central.

En este viaje de 15 días combinamos ciudades monumentales, mercados llenos de vida, trayectos en tren extraordinariamente cómodos y momentos de calma en los que simplemente nos detuvimos a observar el ritmo pausado de la vida local. También fue un recorrido repleto de descubrimientos gastronómicos: plov, somsa, lagman, shashlik… sabores que, incluso de vuelta a casa, siguen transportándome a aquellos días.

Toda la ruta está pensada para que sea fácil de realizar en familia y con un bebé. Uzbekistán es un país mucho más accesible de lo que parece a primera vista, con ciudades seguras, gente amable y servicios suficientes para moverse con comodidad. Durante el viaje comprobamos que desplazarse con cochecito por las zonas principales es totalmente viable, y que el transporte en tren facilita la organización cuando necesitas mantener ciertas rutinas y horarios.

Si estás planeando un viaje a Uzbekistán, aquí encontrarás nuestro itinerario completo día por día, con visitas imprescindibles, recomendaciones gastronómicas, precios, transportes y consejos prácticos. También he incluido una sección dedicada a seguridad y viajar con un bebé, para que puedas organizar tu aventura con total tranquilidad.

Uzbekistán es un país que enamora. Y espero que, a través de esta guía, también te despierte las ganas de descubrir la esencia de un territorio que durante siglos fue puente entre Oriente y Occidente. ¿Empezamos el viaje?

 

Ruta de 15 días por Uzbekistán con un bebé

Iniciar un viaje por Uzbekistán es como abrir un libro lleno de capítulos legendarios: ciudades míticas, minaretes que se elevan hacia el cielo, mercados vibrantes y una hospitalidad que te acompaña desde el primer día. Viajar con un bebé de 23 meses añadió un ritmo diferente al recorrido, más pausado, más atento a los pequeños detalles, pero igual de enriquecedor. Esta ruta está pensada para familias que buscan un viaje cultural sin renunciar a la comodidad.

 

Día 1: Barcelona → Bakú → Tashkent (4 de octubre)

El viaje comenzó en Barcelona, donde embarcamos con Azerbaijan Airlines rumbo a Bakú. No hay vuelo directo a Uzbekistán, así que la escala en Azerbaiyán es parte natural del trayecto. La conexión fue fluida y, aunque el cansancio empieza a notarse cuando viajas con un bebé de 23 meses, agradecimos poder movernos un poco, jugar y cambiar de ambiente antes del segundo vuelo hacia Tashkent. Ahora que ya ha pasado el viaje y según recomendaciones de otros viajeros, es mejor Turkish Airlines si viajas con bebé, el espacio era muy reducido entre fileras, tipo aviones low cost.

Al llegar a Uzbekistán, los trámites de entrada fueron rápidos y sencillos. Nada más salir, aprovechamos para cambiar algo de dinero, ya que el tipo de cambio en el aeropuerto es bastante bueno. También compramos una tarjeta SIM de Beeline, válida durante 30 días, por unos 7,5 euros. Incluía 150 GB de datos, más que suficientes para todo el viaje. Solo adquirimos un número y después yo compartía Internet con mi pareja.

Nuestro alojamiento para las dos primeras noches fue el Hotel Uzbekistan, en Mirzamakhmud Musakhanov 45. Un edificio icónico de estilo soviético, muy bien situado para explorar la ciudad al día siguiente sin grandes desplazamientos. Con el bebé ya dormido, dedicamos unos minutos a organizarnos: preparar la ropa, los snacks del día siguiente y adaptar nuestro ritmo de viaje a su rutina, que incluye una única siesta por la tarde.

 

Hotel_Uzbekistan

 

Día 2: Descubriendo Tashkent (5 de octubre)

Tashkent nos recibió con una mezcla de orden soviético y vitalidad asiática. Empezamos por la Plaza de la Independencia, un lugar simbólico lleno de jardines, esculturas y la Llama Eterna, que conmemora la independencia del país. Es amplia, accesible para cochecito y perfecta para un primer contacto con la capital.

Desde allí tomamos el metro de Tashkent, uno de los más bonitos del mundo. Las estaciones Alisher Navoi y Kosmonavtlar parecen auténticas galerías de arte con vitrales, mármoles tallados y una estética soviética impresionante. Eso sí, no hay escaleras mecánicas, así que si viajas con bebé deberás portear o subir el cochecito a pulso.

 

Metro de Tashkent

 

Continuamos hacia la Madrasa Kukeldash, construida en el siglo XVI y todavía en funcionamiento. Su patio interior es tranquilo, ideal para descansar mientras el bebé explora. Las mujeres deben cubrirse la cabeza para entrar.

Al atardecer nos acercamos a Hamid Alimjan Square, donde los edificios se iluminan creando un ambiente precioso. Aprovechamos que nuestro bebé hace su siesta por la tarde para descansar y cargar energía antes de cenar. Para una primera inmersión en la gastronomía uzbeka, platos como el plov, la shurpa, los manti o el pan non son imprescindibles. Si tienes tiempo, uno de los mejores lugares para probar plov es el Former Plov Centre, y si dispones de coche, el popular Besh Qozon.

 

Día 3: Tashkent → Samarcanda (6 de octubre)

Este día marcó el inicio real de nuestra ruta por la mítica Ruta de la Seda. Dejábamos atrás la capital para adentrarnos en una de las ciudades más antiguas del mundo: Samarcanda, una joya con más de 2.700 años de historia, cuna de astrónomos, artesanos y comerciantes que durante siglos transformaron la ciudad en un punto clave entre Oriente y Occidente.

La mejor manera de llegar es en el tren Afrosiyob, el tren de alta velocidad de Uzbekistán. Es importante saber que estos billetes hay que comprarlos con antelación, porque literalmente vuelan. La venta se abre 60 días antes, exactamente a las 10:00 de la mañana hora uzbeka, es decir, 06:00 en España, y se adquieren únicamente en la web oficial:

👉 https://eticket.railway.uz/en/home

Estos trenes son los Talgo españoles adaptados, suaves, silenciosos y muy fiables. El trayecto entre Tashkent y Samarcanda dura unas dos horas y media y es comodísimo para viajar con un bebé de 23 meses: los pasillos son anchos, hay espacio para moverse, los baños están limpios y la temperatura es agradable. Además, el ritmo constante del tren suele relajar bastante, así que es un buen momento para desayunar algo, mirar por la ventana y empezar a sentir que el viaje realmente ha comenzado.

Llegamos a Samarcanda a media mañana y fuimos directamente a nuestro alojamiento, el Hotel Samarkand Safar, donde pasaríamos cuatro noches. Está bien ubicado, con habitaciones amplias y perfectas para familias. Desde allí nos preparamos para comenzar a explorar una de las paradas más icónicas del viaje.

La primera visita no podía ser otra que la Plaza del Registán, probablemente la imagen más famosa de Uzbekistán. Verla por primera vez es un impacto visual: tres madrassas monumentales, decoradas con mosaicos azules que cambian de color según la luz del día, se levantan con una solemnidad casi hipnótica. Ulugh Beg, Sher-Dor y Tilya-Kori no son solo edificios históricos; son auténticas obras maestras de la arquitectura timúrida. Recomiendo visitar la plaza con calma, dejarte envolver por la simetría, observar cómo la luz se refleja en las cerámicas y, si puedes, volver por la noche para ver el espectáculo de iluminación. Es uno de esos momentos que te acompañarán siempre.

 

Plaza de Registan en Samarcanda

 

Plaza de Registan en Samarcanda

 

Desde allí caminamos hasta el Mausoleo Gur-e-Amir, la tumba de Tamerlán y parte de su familia. Si el Registán es majestuosidad exterior, Gur-e-Amir emociona por dentro: la cúpula azul turquesa, las paredes doradas y la penumbra suave hacen que la visita sea casi espiritual. Además, conocer la historia de Tamerlán ayuda a entender por qué Samarcanda ocupa un lugar tan importante en la memoria de Oriente.

 

Mausoleo Gur-e-Amir

 

Por la tarde nos acercamos al Bazar Siab, un mercado vibrante donde la vida local late sin interrupción. Es un lugar fantástico para pasear sin prisas, probar frutas secas, comprar pan non recién salido del horno o descubrir especias y dulces tradicionales. Para las familias es ideal: hay espacio, no es caótico y ofrece miles de estímulos que encantan a los más pequeños. Nuestro bebé disfrutó muchísimo observando colores, olores y movimiento.

Terminamos el día cenando en un restaurante local cercano al hotel, probando lagman, shashlik y halva, tres clásicos de la gastronomía uzbeka que irían apareciendo una y otra vez a lo largo del viaje. Fue un primer día en Samarcanda lleno de descubrimientos y marcado por esa sensación tan especial de saber que estás caminando por un lugar que ha sido centro del mundo durante siglos.

 

Día 4: Samarcanda (7 de octubre)

Despertar en Samarcanda tiene algo especial. La ciudad combina el pulso de la vida moderna con la quietud de los siglos, y cada esquina parece guardar una historia distinta. Decidimos dedicar el día a recorrer algunos de sus enclaves históricos más importantes, manteniendo un ritmo tranquilo que se adaptara bien a viajar con un bebé de 23 meses.

Nuestra primera visita fue al Observatorio de Ulugh Beg, fundado por un astrónomo y príncipe del siglo XV que convirtió Samarcanda en uno de los centros científicos más relevantes de su época. Aunque hoy solo se conservan restos de la enorme estructura original, el lugar permite imaginar la magnitud del proyecto y la sofisticación técnica con la que trabajaban estos sabios. Es un espacio silencioso y agradable, perfecto para pasear sin prisas.

Seguimos hacia el Museo Afrasiab, dedicado a la antigua ciudad sogdiana que ocupaba esta misma zona hace más de 2.000 años. Sus frescos y piezas arqueológicas ayudan a comprender la Samarcanda anterior a Tamerlán, mucho más antigua y también fascinante. La visita es breve, pero muy útil para poner en contexto todo lo que uno ve en la ciudad.

Por la tarde regresamos al Mausoleo Amir Timur, una de las joyas del arte islámico. Aunque ya lo habíamos visto el día anterior, quisimos volver a apreciarlo con calma durante el día. Su interior, bañado en dorados y patrones delicados, impresiona incluso después de varias visitas. Nuestro bebé también disfrutó del espacio: los exteriores son amplios, tranquilos y perfectos para un pequeño paseo o para observar a los locales.

Para terminar la jornada, cenamos en el Emirhan Restaurant, uno de los lugares más agradables para disfrutar de una puesta de sol en Samarcanda. Su terraza es espectacular y es recomendable llegar sobre las 18:00 para ver cómo el cielo se tiñe de tonos rosados mientras la ciudad empieza a encender sus luces. Fue una forma perfecta de cerrar un día lleno de historia y belleza.

 

Día 5: Samarcanda (8 de octubre)

Este día decidimos dedicarlo a visitas menos conocidas pero igualmente interesantes, que muestran la riqueza patrimonial de Samarcanda más allá de sus grandes monumentos.

Comenzamos por el Mausoleo Ruhabad, un edificio pequeño pero muy significativo, construido en 1380 por orden de Amir Timur. Su sencillez contrasta con otros mausoleos de la ciudad, lo que lo convierte en un respiro agradable entre tantas construcciones majestuosas.

 

Mausoleo Ruhabad

 

Muy cerca se encuentra el Mausoleo Aksaray, uno de los descubrimientos más bonitos del viaje. Sus paredes interiores están decoradas con mosaicos vidriados y una cúpula con técnica kundal, donde los ornamentos dorados brillan con la luz. Además, la historia asociada al lugar (la de Abd al Latif, hijo de Ulugh Beg, cuya tumultuosa vida familiar impidió que fuera enterrado en Gur-e-Amir) añade un toque humano a la visita. Es un sitio tranquilo, perfecto para familias, y sirve como punto de partida para explorar otros monumentos cercanos.

A las 13:00 teníamos reservado un tour en castellano, lo cual nos permitió profundizar en la historia local sin esfuerzo y movernos con un ritmo muy amigable para el bebé.

Por la noche cenamos en Shokhrukh Nur, justo frente al restaurante Historic. Aquí probamos platos tradicionales como el naryn, el tandir kabob y otros sabores locales que se convirtieron en indispensables a lo largo del viaje. Samarcanda no solo es historia; también es un destino gastronómico delicioso y sorprendente.

 

Día 6: Samarcanda (9 de octubre)

Este fue uno de los días más especiales de todo el viaje. Decidimos dedicarlo a tres lugares que muestran, cada uno a su manera, la esencia de Samarcanda: su grandeza arquitectónica, su vida cotidiana y su espiritualidad más profunda.

Empezamos la mañana visitando la Mezquita Bibi-Khanym, construida en el siglo XV por orden de Tamerlán. En su época fue una de las mezquitas más grandes del mundo islámico y todavía hoy impresiona por su escala monumental: puertas inmensas, cúpulas altísimas y una decoración en tonos azules y dorados que parece brillar con la luz del día. Pasear por su patio es muy agradable, especialmente viajando con un bebé, ya que hay zonas amplias y espacios tranquilos para descansar un momento antes de seguir la visita.

 

Mezquita Bibi-Khanym

 

Después caminamos hasta el bazar Bayar Siyob, situado justo al lado de la mezquita. Es más pequeño que el Chorsu de Tashkent, pero tiene muchísimo encanto. Aquí puedes ver la Samarcanda más auténtica: puestos de pan non recién hecho, frutas secas, frutos secos, especias y un ambiente animado que refleja la vida local. También es un buen lugar para comprar algún snack natural para el bebé o simplemente dejarse llevar por los aromas del mercado.

Por la tarde dejamos para el final lo que sería el gran momento del día: la visita a la Necrópolis Shah-i-Zinda. Llegamos justo durante la puesta de sol, cuando los últimos rayos dorados iluminan los mosaicos azul intenso de los mausoleos. Es un espectáculo visual impresionante. A medida que avanzaba la tarde y caía la noche, el corredor se volvió aún más mágico: los edificios comenzaron a iluminarse y paseamos por allí bien entrada la noche, casi solos, disfrutando del silencio y de esa atmósfera espiritual tan especial que envuelve el lugar.

 

Puesta de sol en Necrópolis Shah-i-Zinda

 

Tumbas reales de Necrópolis Shah-i-Zinda

 

En cuanto a la comida, dos recomendaciones excelentes son Samarqand Osh Markazi Nº1, conocido por su plov, y el restaurante Historic, donde también preparan platos tradicionales deliciosos. Fue una jornada de mucha cultura, historia y gastronomía, y una de las que más disfrutamos en familia.

 

Día 7: Samarcanda → Bujará (10 de octubre)

Llegaba el momento de despedirnos de Samarcanda y continuar nuestro viaje hacia otra de las grandes joyas de la Ruta de la Seda: Bujará. Tomamos el tren Afrosiyob, uno de los trayectos más cómodos del viaje y perfecto para viajar en familia. En apenas hora y media llegamos a una ciudad que parece detenida en el tiempo.

Bujará es una de las ciudades más antiguas de Asia Central y uno de los centros históricos más importantes del mundo persa. La mayoría de su población habla tayiko y su casco antiguo es ideal para recorrerlo con cochecito: llano, tranquilo y sin grandes distancias.

Nos alojamos cuatro noches en el Daro Boutique, una guesthouse acogedora y muy bien situada, desde la que pudimos explorar la ciudad con mucha comodidad.

Ese mismo día visitamos el impresionante complejo Poi Kalon, uno de los lugares más emblemáticos de Bujará. Lo forman la madrasa Mir-i-Arab, la mezquita Kalon y su icónico minarete del siglo XII. Este conjunto arquitectónico es monumental y tiene un protagonismo histórico enorme. El minarete, llamado también la “Torre de la Muerte”, se salvó incluso de la destrucción de Gengis Kan.

Muy cerca se encuentra la zona de Labi-Hauz, un conjunto de estanques rodeado de restaurantes, terrazas y árboles centenarios. Es uno de los rincones más agradables de la ciudad para descansar un rato, dejar que el bebé camine o simplemente sentarse a observar la vida local. Allí también se encuentra la estatua del astuto Khoja Nasreddin, un personaje muy querido en Asia Central.

Continuamos la tarde recorriendo la Mesquita Maghoki-Attar, construida sobre un antiguo templo zoroastriano, y dos espacios menos conocidos pero muy auténticos: el Mausoleo Turki Jandi, sin restaurar y con un encanto muy particular, y la Madrasa Goziyon, que funcionó como escuela religiosa entre los siglos XVIII y XIX.

Para cenar, elegimos el Restaurant Amulet, donde probamos especialidades locales como la somsa de Bujará, el plov de la región o la sopa shurpa. Fue el cierre perfecto para nuestro primer día en la ciudad.

 

Día 8: Bujará (11 de octubre)

Bujará es una ciudad que invita a caminar, perderse y descubrir rincones sorprendentes. Este día lo dedicamos a algunos de sus lugares más icónicos.

Empezamos por el Palacio de Verano Sitorai Mokhi-Khosa, la antigua residencia de los emires de Bujará. El palacio combina elementos persas y rusos, con salas decoradas con espejos, patios abiertos y jardines que parecen sacados de un cuento. Es un lugar muy agradable para recorrer a un ritmo tranquilo.

Después visitamos la encantadora Madrasa Chor Minor, famosa por sus cuatro torres azules que simbolizan, según algunas interpretaciones, las cuatro grandes religiones del mundo. Su arquitectura es completamente distinta a lo que habíamos visto hasta ahora y el lugar tiene algo casi fotogénico, perfecto para una visita corta pero especial.

 

Madrasa Chor Minor en Bukhara

 

Volvimos hacia el casco antiguo para visitar la Fortaleza Ark, un símbolo de la ciudad con más de 1.500 años de historia. Sus murallas enormes y su museo interior permiten conocer episodios fascinantes, como la historia del llamado “pozo de los insectos”, donde en 1842 dos soldados británicos fueron arrojados durante el “Gran Juego” entre el Imperio Ruso y el Británico.

 

Fortaleza Ark en Bukhara

 

Por la tarde aprovechamos para descansar y dejar que el bebé explorara los alrededores, ya que Bujará tiene un ambiente muy tranquilo y familiar.

Cenamos en el Restaurant Anor, donde disfrutamos de kabob de cordero, halva tradicional y shashlik recién hecho. Una vez más, la gastronomía uzbeka no decepcionó.

 

Día 9: Bujará (12 de octubre)

Este día lo dedicamos a seguir explorando Bujará con calma, combinando historia, arquitectura y paseos tranquilos.

Comenzamos en el Museo de las Maravillas del Oriente, un espacio lleno de objetos antiguos, joyas, tejidos y elementos tradicionales que ayudan a entender la riqueza cultural de Uzbekistán. Es una visita sencilla, pero muy interesante para contextualizar todo lo que se ve en la ciudad.

Después nos dirigimos al Mausoleo Samanida, uno de los monumentos más antiguos y emblemáticos de Asia Central. Construido en el siglo X, está hecho íntegramente de ladrillo cocido y su geometría perfecta ha servido de inspiración para arquitectos durante siglos. Alrededor hay un parque muy agradable, ideal para caminar y dejar que el bebé juegue un poco.

Continuamos hacia la Mezquita Bolo Hauz, con sus 20 columnas de madera reflejadas en el estanque frontal, una de las imágenes más bonitas de Bujará. Justo después visitamos el Mausoleo Chasma Ayub, conocido como el “pozo de Job”, asociado a la leyenda del profeta que golpeó el suelo e hizo brotar agua considerada curativa. El edificio actual fue construido en época timúrida.

Para comer optamos por algo sencillo y local: pan non, tajín uzbeko, alguna pieza de kazy (embutido típico de carne de caballo) y dulces tradicionales.

Por la noche fuimos a cenar al Restaurant Buxoriy, un lugar económico, popular entre locales y perfecto para descansar tras un día lleno de historia. El ambiente familiar y acogedor ayudó a cerrar otra jornada preciosa en esta ciudad que enamora.

 

Día 10: Bujará (13 de octubre)

Este día lo dedicamos a conocer algunos de los monumentos más importantes de Bujará, siguiendo un ritmo tranquilo que nos permitiera disfrutar sin prisas y adaptarnos al bebé.

Comenzamos por la Torre de Bujará, una antigua torre de telecomunicaciones soviética reconvertida en mirador. Desde lo alto se obtienen vistas amplias de la ciudad, perfecta para entender la extensión del casco histórico y ver cómo se mezclan los edificios tradicionales con la arquitectura moderna. Es una visita rápida pero muy curiosa, ideal para empezar la mañana.

Después nos dirigimos a dos madrassas que se enfrentan entre sí y que representan la esencia educativa y religiosa de la antigua Bujará: la Madrassa Abdulaziz Khan y la Madrassa Mirzo Ulugbek. La primera destaca por su gran portal decorado con azulejos finamente trabajados y un interior que muestra claramente la intención del emir Abdulaziz Khan de crear una obra monumental y lujosa. La segunda, construida por el astrónomo y gobernante Ulugbek, es mucho más sobria y antigua, un reflejo del estilo timúrida y del valor que Ulugbek daba al estudio y la ciencia.

El contraste entre ambas es precioso: una madrassa es esplendor y detalle, la otra es serenidad y equilibrio. Pasear entre ellas ayuda a imaginar cómo era la vida estudiantil y religiosa siglos atrás.

Cerramos la tarde con una cena en Zolotaya Bukhara, un restaurante que mezcla ambiente tradicional con cocina local. Allí probamos especialidades típicas antes de regresar a nuestro alojamiento para descansar, ya que al día siguiente tocaba un gran cambio de escenario: Khiva, en pleno desierto.

 

Día 11: Bujará → Khiva (14 de octubre)

Después de varios días explorando Bujará, tocaba poner rumbo a uno de los destinos más mágicos del viaje: Khiva, el oasis amurallado del desierto. A diferencia de otros trayectos, este no lo hicimos en un tren moderno, sino en uno de los trenes clásicos soviéticos, esos que conservan la esencia del ferrocarril tradicional de Asia Central.

Nuestro tren salía a las 07:01 desde la estación de Bujará 1, y tardaba unas seis horas en llegar a Khiva. Fue un viaje totalmente distinto a los Afrosiyob: más lento, más auténtico y con un ritmo que invita a observar el paisaje y dejarse llevar. Elegimos reservar un compartimento privado de dos literas, entero para nosotros tres, para viajar con más intimidad y comodidad con el bebé. El coste era muy razonable, y la tranquilidad que aporta tener tu propio espacio durante tantas horas lo convierte en un acierto total para familias.

El vagón tenía esa estética soviética que recuerda a los trenes del Transiberiano: madera, cortinas gruesas, pequeños compartimentos y un ambiente retro que nos encantó. Durante el trayecto fuimos viendo cómo el paisaje cambiaba poco a poco, hasta que el verde empezaba a desaparecer y daba paso a tonos ocres, propios de las regiones más desérticas del país. La temperatura en el tren era agradable y pudimos jugar, descansar y compartir un desayuno sencillo mientras avanzábamos hacia nuestro siguiente destino.

Llegamos a Khiva a las 12:54, justo para dejar las mochilas y empezar a sentir la atmósfera tan especial de esta ciudad. Ya desde la estación se percibe que Khiva es diferente: más pequeña, más silenciosa y mucho más tradicional.

Desde allí fuimos directamente al Hotel City of Magicians, situado a las afueras de Khiva, en un entorno completamente distinto al que habíamos visto hasta ahora. Este hotel está junto al lago Karakul y entre los dos grandes desiertos de Asia Central, el Kyzylkum y el Karakum, por lo que es un lugar ideal para combinar descanso y naturaleza.

A las 17:00 teníamos contratada una excursión al desierto, que resultó ser una de las experiencias más bonitas del viaje. Un coche nos recogió en el hotel y nos llevó durante varios minutos hacia las dunas, donde el paisaje empezó a transformarse hasta quedar completamente abierto y silencioso.

La actividad dura unas dos horas, tiempo suficiente para recorrer la zona, ver dunas suaves, conocer la fauna autóctona y disfrutar del ambiente sin prisas. Nada más llegar nos ofrecieron un té tradicional, que tomamos sentados frente al desierto mientras comenzaba la puesta de sol. La luz dorada bañando la arena, el viento suave y la sensación de estar completamente alejados del mundo crearon un momento realmente especial.

 

Noche en el desierto en Khiva

 

A continuación, un pequeño grupo local interpretó música tradicional y danzas alrededor del fuego, creando un ambiente íntimo y precioso. Fue una experiencia muy respetuosa, nada turística, que nos permitió conectar con el lugar y con su cultura de una manera auténtica.

Al terminar, el mismo coche nos devolvió al hotel, donde pudimos prepararnos un momento antes de volver a salir. Esa noche quisimos ver Khiva iluminada, así que fuimos al centro histórico para pasear por Itchan Kala y cenar allí. De noche, la ciudad tiene un encanto casi mágico: los minaretes parecen flotar, las murallas se vuelven más cálidas y las calles quedan en un silencio que invita a caminar lentamente.

De vuelta al hotel, nos esperaba nuestra yurta moderna, perfectamente acondicionada para dormir con un bebé. A pesar de estar en medio del desierto, fue una de las noches más cómodas y especiales del viaje.

 

Día 12: Khiva (15 de octubre)

Nos despertamos en medio del silencio del desierto, con la luz suave reflejándose en el lago Karakul. Después de desayunar y recoger todos nuestros bártulos, pedimos un taxi desde el Hotel City of Magicians para que nos llevara directamente al centro de Khiva. El contraste al llegar fue precioso: pasar del desierto infinito a las murallas de adobe de Itchan Kala, perfectamente recortadas contra el cielo azul.

Nuestro alojamiento para ese día era uno de los lugares más especiales de todo el viaje: el Orient Star Khiva Hotel, situado en el interior de la antigua Madraza Muhammad Aminkhan, un edificio histórico convertido en hotel. Entrar allí es como dormir dentro de un museo: pasillos de ladrillo, puertas de madera tallada y celdas antiguas reconvertidas en habitaciones, todas muy bien adaptadas para viajar en familia.

Una vez instalados, fuimos hacia la Puerta Oeste, donde se compra la entrada general y única para visitar todos los monumentos del recinto amurallado. Es muy práctico porque te permite acceder durante todo el día a la mayoría de lugares de interés sin tener que comprar tickets por separado.

Con nuestra entrada en mano, empezamos oficialmente nuestra ruta por Khiva.

La primera parada fue el Kalta Minor, el minarete inacabado más famoso de Uzbekistán. Sus mosaicos verde esmeralda y azul intenso brillan bajo el sol, y su forma robusta lo convierte en uno de los iconos visuales de la ciudad. Es un lugar ideal para hacer fotos y empezar a orientarse dentro de Itchan Kala.

 

Kalta Minor en Khiva

 

Justo al lado se encuentra la Madrasa Muhammad Amin Khan, una de las más grandes del país y que hoy alberga parte del museo local. Su patio interior es amplio, muy agradable para caminar con un bebé, y permite apreciar la simetría y elegancia de la arquitectura jorezmí.

Continuamos hacia la Madrasa Abdulla-Khan, también convertida en museo. Aunque menos conocida, es un espacio tranquilo y perfecto para comprender la historia educativa y religiosa de la región. Sus pasillos frescos y paredes decoradas invitan a explorar cada rincón.

La visita más impresionante del día fue el Palacio Tash Khauli, la antigua residencia del emir, famoso por sus patios ceremoniales, columnas talladas y habitaciones ricamente decoradas con cerámica vidriada. Es un complejo amplio, muy cómodo para recorrer con un bebé, y uno de los mejores ejemplos de la arquitectura señorial de Khiva.

Para cerrar la mañana, nos acercamos al minarete Islam Khoja, el más alto de la ciudad. Su silueta esbelta se ve desde prácticamente cualquier punto de Itchan Kala. Aunque subir puede ser exigente, contemplarlo desde abajo ya es una experiencia preciosa: sus bandas de colores y su altura lo convierten en un auténtico faro dentro de la ciudad antigua.

 

minarete Islam Khoja en Khiva

 

Al caer la tarde regresamos a la madraza-hotel para descansar un rato en nuestra habitación histórica antes de salir a cenar. La luz cálida sobre las murallas y el ambiente tranquilo de Khiva hicieron que este día fuera uno de los más bonitos y completos del viaje.

 

Día 13: Khiva → Tashkent (16 de octubre)

Nos despertamos temprano en Khiva para aprovechar las últimas horas en esta ciudad tan especial antes de poner rumbo a Tashkent. Después de desayunar en nuestro hotel-madraza, salimos a recorrer algunos rincones que todavía teníamos pendientes dentro de Itchan Kala, esa ciudad amurallada que parece sacada de un cuento antiguo.

La primera visita del día fue el Museo de la Ciudad, un espacio pequeño pero muy interesante que muestra objetos históricos, piezas artesanales y detalles sobre la vida en Khiva a lo largo de los siglos. Es una buena manera de entender cómo esta ciudad oasis se convirtió en uno de los centros culturales más importantes de Asia Central.

Desde allí caminamos hasta la Mesquita Juma, uno de los templos más singulares del país. Construida en el siglo XIII, su interior oscuro y fresco está sostenido por 213 columnas de madera tallada, cada una distinta, algunas con hasta mil años de antigüedad. La atmósfera es sobrecogedora: un silencio profundo, el olor a madera y una luz suave que se filtra por pequeños huecos en el techo. Es un lugar perfecto para pasear despacio y dejar que el bebé explore el suelo amplio y seguro del recinto.

A continuación nos dirigimos a la zona de Allakuli Khan Caravanserai, uno de los mejores lugares de Khiva para comprar recuerdos y artesanía local. Encontrarás alfombras, cerámica, tejidos, juguetes tradicionales y piezas talladas en madera con diseños preciosos. También visitamos el Bazar de Khiva, un mercado más pequeño pero encantador, ideal para comprar frutas frescas, pan non o algún snack para el viaje.

Con la visita completada, salimos de las murallas para dirigirnos al restaurante Tohir & Zuhra, un local al aire libre muy popular por sus kebabs y platos tradicionales preparados al momento. Es un lugar sencillo, perfecto para comer antes del largo trayecto hacia Tashkent.

Después de comer, regresamos al hotel para recoger nuestras mochilas y prepararnos para nuestro último gran desplazamiento en tren por Uzbekistán. Esa tarde tomábamos un tren nocturno estilo soviético, del mismo tipo que el que habíamos usado entre Bujará y Khiva: un tren antiguo, sencillo, funcional y con ese aire retro tan característico de la red ferroviaria clásica de Asia Central.

El tren salía de Khiva a las 16:25, así que llegamos con tiempo suficiente para acomodarnos. Pudimos reservar un compartimento doble de primera clase, completo para nosotros tres. Viajando con un bebé, disponer de un espacio privado marca una gran diferencia: tranquilidad para jugar, cenar algo ligero, preparar la cama y movernos con libertad sin molestar a nadie.

El tren avanzaba con ese movimiento constante y pausado tan típico de estos modelos soviéticos. Pasamos las primeras horas mirando por la ventana cómo el paisaje se iba apagando con la tarde, repasando mentalmente los días anteriores y disfrutando de este ritmo lento que tanto forma parte del viaje en Uzbekistán.

Cuando cayó la noche, preparamos la litera y nos acostamos. La noche fue tranquila y el ambiente dentro del compartimento, aunque básico, era cómodo para descansar. Para nosotros fue una experiencia especial: viajar mientras el país pasaba en silencio al otro lado de la ventana, sabiendo que al despertar estaríamos de nuevo en la capital.

A las 07:02 llegamos a Tashkent Yuzhniy, justo al amanecer, listos para comenzar un nuevo día de visitas en la ciudad.

 

Día 14: Tashkent (17 de octubre)

Llegamos temprano a Tashkent tras el tren nocturno desde Khiva y nos dirigimos al Bentley Hotel Tashkent, donde teníamos reservada nuestra última noche. En recepción nos guardaron las mochilas mientras salíamos a recorrer la ciudad, lo que permitió que empezáramos el día con total ligereza.

Comenzamos la jornada en el Bazar Chorsu, que revisitamos con otra mirada: sin prisas, disfrutando de sus aromas, colores, puestos repletos de productos locales y esa mezcla tan viva de tradición y comercio que define el corazón de Tashkent. El bebé se lo pasó en grande entre pasillos, olores y movimiento.

Luego nos acercamos al Museo de Historia de Uzbekistán, un edificio con arquitectura representativa de la época soviética. Aunque ese día no entramos, pasear por su entorno ya da una idea del contraste entre pasado y presente en la ciudad.

Continuamos con una visita al histórico Mausoleo de Kaffal Shashi, un remanso de calma y espiritualidad, ideal para caminar sin prisas. Muy cerca está la Madrasa Barak Khan, un conjunto arquitectónico bello y tranquilo, con portales decorados y patios silenciosos, perfecto para una pausa relajada.

Antes de regresar al hotel, pasamos por la fachada del Teatro de Ópera y Ballet Alisher Navoi, un edificio emblemático de la ciudad cuya plaza y proporciones merecen una parada.

Ya al atardecer, con la noche acercándose, fuimos al Tashkent City Park, donde disfrutamos del espectáculo de fuentes iluminadas y música, una de las experiencias más modernas y vibrantes de la capital. Rodeados de edificios contemporáneos, hoteles y centros comerciales, caminamos por pasarelas, contemplamos las luces y escuchamos el agua danzar al ritmo de melodías. Fue un broche ideal para el día, mezclando modernidad, ocio, ambiente y una atmósfera perfecta para pasear en familia.

Regresamos al Bentley Hotel para descansar y prepararnos para el día siguiente, con el corazón contento por cerrar con broche de oro nuestra estancia en Tashkent.

 

Día 15: Tashkent (18 de octubre)

Nuestro último día en Uzbekistán comenzó en el Bentley Hotel Tashkent, donde desayunamos con calma antes de pedir un taxi hacia el Teatro Nacional de Marionetas, donde teníamos función a las 10:00 de la mañana. Fue un plan precioso para el peque: música tradicional, marionetas coloridas y un ambiente cálido que resultó ser una despedida perfecta del país desde los ojos de un niño.

Al salir del teatro, aprovechamos la mañana para visitar uno de los conjuntos más importantes de la capital: el Hazrat Imam (Khast Imom), considerado el complejo religioso más grande de Tashkent. Allí se encuentran mezquitas, madrasas y el edificio que custodia el célebre Corán de Utman, un manuscrito del siglo VII que es una de las joyas más valiosas del islam en Asia Central.
El ambiente del recinto es tranquilo, amplio y perfecto para pasear con un bebé: plazas limpias, arquitectura armónica y espacios donde detenerse sin prisa.

Por la tarde salimos a pasear por la zona moderna de la ciudad, disfrutando de sus avenidas amplias y de la mezcla tan curiosa entre tradición y modernidad que define a Tashkent. También aprovechamos para hacer una cena temprana, pensando en que esa misma noche empezaba nuestro viaje de vuelta a casa.

Ya de noche, regresamos al hotel para recoger las mochilas y pedimos un taxi hacia el Aeropuerto Internacional de Tashkent T1, porque el regreso a Barcelona con Azerbaijan Airlines empezaba de madrugada, técnicamente ya el Día 16 del viaje.

El itinerario fue el siguiente:

  • 02:30 salida de Tashkent
  • 04:20 llegada a Bakú (escala de 2 h 30 min)
  • 06:50 salida de Bakú
  • 10:35 llegada a Barcelona – El Prat T2

Un trayecto largo, pero muy fluido, ideal para que el bebé durmiera buena parte de la noche.

 

Cómo moverse por Uzbekistán: trenes y taxis con Yandex Go

Moverse por Uzbekistán es sorprendentemente fácil, cómodo y económico, incluso viajando con un bebé. El país cuenta con una red ferroviaria eficiente que conecta las principales ciudades de la Ruta de la Seda, y dentro de cada ciudad la forma más práctica de trasladarse es utilizando Yandex Go, la versión rusa de Uber. Aquí te cuento cómo funciona cada opción y por qué son la mejor manera de recorrer el país.

 

Tren: la forma más cómoda para los trayectos entre ciudades

El tren es, sin duda, el mejor medio de transporte para moverse por Uzbekistán. El país combina dos tipos de tren:

  • Afrosiyob, el tren de alta velocidad que une Tashkent, Samarcanda y Bujará en pocas horas. Es moderno, puntual y muy cómodo, ideal para familias.
  • Trenes clásicos soviéticos, más lentos y antiguos, pero perfectos para rutas largas o nocturnas, como la que conecta Khiva con Tashkent. Son sencillos pero amplios, y permiten reservar compartimentos privados, algo muy útil cuando viajas con niños.

Los billetes se compran en la web oficial eticket.railway.uz, y es importante hacerlo con antelación: los trenes Afrosiyob se agotan rápido y las plazas suelen abrirse exactamente 60 días antes, a las 10:00 hora local.

Viajar en tren por Uzbekistán te permite moverte con comodidad, descansar durante el trayecto y disfrutar del paisaje sin complicaciones. Para un viaje en familia, es la solución más práctica y segura.

 

Yandex Go: taxis baratos, rápidos y perfectos para familias

Dentro de las ciudades, la forma más fácil de moverse es en taxi utilizando Yandex Go, una aplicación muy similar a Uber que funciona de maravilla en Uzbekistán. Permite pedir un taxi desde el móvil, ver el precio antes de subir y elegir punto exacto de recogida y destino.

Lo mejor: los precios son increíblemente bajos. La mayoría de trayectos urbanos cuestan entre 1 y 2 euros, y un trayecto al aeropuerto ronda los 4 euros. Es ideal cuando viajas con un bebé, porque te ahorras caminar distancias largas, evitas negociaciones con taxis callejeros y te aseguras un viaje rápido y cómodo.

Un consejo importante:
crea y activa tu cuenta en Yandex Go antes de viajar, en tu país de origen. De esta forma la aplicación funcionará desde el primer minuto en Uzbekistán sin complicaciones.

 

La combinación perfecta

  • Tren para moverte entre ciudades.
  • Yandex Go para todo lo que sea moverte dentro de ellas.

Es una fórmula económica, fácil y muy cómoda cuando viajas con niños, equipaje o simplemente quieres hacer tu ruta sin complicaciones.

 

10 imprescindibles para viajar a Uzbekistán con un bebé de 23 meses

  • Cochecito ligero y fácil de plegar. Un cochecito estilo Yoyo es ideal para Uzbekistán: se pliega en segundos, pesa poco y facilita muchísimo los traslados en tren, taxi o escaleras sin ascensor. Además, las ciudades principales son bastante llanas, lo que hace que el cochecito funcione perfectamente.

  • Mochila de porteo. Imprescindible para zonas adoquinadas, estaciones sin ascensor, visitas estrechas o momentos de cansancio del peque. También es perfecta para mantenerlo cerca cuando necesita más contacto.

  • Snacks siempre a mano. Galletas, fruta deshidratada, panecillos o barritas infantiles ayudan muchísimo en esperas, trayectos o momentos en los que el ritmo del viaje no coincide con el suyo.

  • Ropa de entretiempo por capas. En otoño, Uzbekistán tiene grandes contrastes de temperatura: días cálidos y noches frías, especialmente en el desierto. Las capas finas permiten adaptar al bebé sin complicaciones.

  • Juegos nuevos para vuelos y traslados. Libritos, pegatinas, pequeños juguetes sorpresa o material que no haya visto antes mantienen su atención en el avión, en los trenes y durante las esperas.

  • Botella de agua reutilizable. El clima es seco, especialmente en ciudades como Samarcanda o Khiva, y los niños necesitan hidratarse más de lo habitual. Llevar siempre agua facilita muchísimo el día.

  • Protector solar y gorro. Incluso en octubre, el sol puede ser fuerte en espacios abiertos como Shah-i-Zinda, Bibi-Khanym o las murallas de Khiva. Proteger al bebé es esencial.

  • Toallitas y cambiador portátil. En Uzbekistán no siempre hay cambiadores en baños públicos, así que llevar uno portátil permite resolver cualquier imprevisto en mercados, estaciones o excursiones.

  • Medicación básica y termómetro. Un pequeño botiquín infantil con antitérmicos, solución salina, crema para rozaduras, probióticos recomendados y un termómetro te da tranquilidad y evita búsquedas de última hora.

  • Paciencia y flexibilidad. Viajar con un bebé por Uzbekistán es totalmente posible, pero conviene asumir que habrá cambios de ritmo, siestas inesperadas o momentos en los que el peque marque la pauta. Adaptarse y no correr es la clave para disfrutar.

 

Cómo pagar en Uzbekistán: tarjeta, efectivo y qué conviene llevar

Moverse por Uzbekistán es sencillo, pero la forma de pagar puede variar bastante según estés en una gran ciudad, un mercado tradicional o una zona turística. Para viajar con comodidad —y especialmente viajando con un bebé— lo ideal es combinar tarjeta y efectivo. Aquí te explico cómo funciona y qué recomendamos después de nuestra experiencia.

  • Tarjetas como Revolut. Funcionan muy bien en hoteles, restaurantes, tiendas modernas y servicios online. Permiten pagar directamente en soms uzbekos con buen tipo de cambio y retirar dinero en cajeros cuando lo necesites.

  • Activa la tarjeta antes de viajar. Crear y verificar tu cuenta desde tu país de origen es clave para poder usarla desde el primer minuto al aterrizar, sin depender de wifi local.

  • Efectivo en soms uzbekos. En mercados, tiendas pequeñas, taxis tradicionales o zonas menos turísticas necesitarás pagar en metálico. Conviene llevar siempre algo de efectivo para gastos pequeños y propinas.

  • Llevar también euros. En tiendas de souvenirs y zonas muy turísticas suelen aceptar euros, lo cual es cómodo si todavía no has cambiado dinero al llegar. Eso sí, el cambio suele ser en soms.

  • Retirar dinero en cajeros locales. En ciudades como Tashkent, Samarcanda o Bujará encontrarás cajeros compatibles con Visa y Mastercard. Con Revolut puedes sacar efectivo sin comisiones abusivas.

  • El cambio en el aeropuerto es razonable. Si necesitas soms al llegar, suele ser un buen punto para obtener efectivo sin preocuparte por buscar una casa de cambio inmediatamente.

  • Combina tarjeta + efectivo. Lo más práctico es usar la tarjeta para pagos grandes (hoteles, restaurantes, compras mayores) y el efectivo para bazares, taxis y compras pequeñas.

 

Seguridad en Uzbekistán: viajar tranquilo incluso con un bebé

  • Un país muy seguro para viajeros. Uzbekistán es uno de los destinos más estables y tranquilos de Asia Central. Las principales ciudades —Tashkent, Samarcanda, Bujará y Khiva— son seguras tanto de día como de noche y tienen una presencia policial constante en zonas turísticas.

  • La gente es extremadamente amable. Los uzbekos son hospitalarios y siempre dispuestos a ayudar, especialmente cuando viajas con un bebé. Recibimos sonrisas, ayuda espontánea y mucha amabilidad en mercados, estaciones y restaurantes.

  • Bajo nivel de delincuencia. Los hurtos son poco frecuentes, pero como en cualquier viaje conviene vigilar mochilas en zonas concurridas, mercados o estaciones de tren.

  • Transporte fiable. Los trenes —tanto los rápidos como los clásicos soviéticos— son seguros y funcionan con puntualidad. Yandex Go añade un plus de tranquilidad para moverse por las ciudades sin negociaciones ni sorpresas en el precio.

  • Cuidado con el tráfico. Aunque el país es seguro, el tráfico puede ser caótico en algunas zonas. Si viajas con un bebé, siempre conviene pedir cinturón en taxis y evitar cruzar calles anchas por lugares no habilitados.

  • Agua embotellada siempre. No se recomienda beber agua del grifo. Llevar botellas o una cantimplora que puedas rellenar con agua embotellada es fundamental para toda la familia.

  • Mercados y zonas abarrotadas. Son seguros, pero conviene llevar al bebé en porteo o cochecito cerrado para evitar empujones o el exceso de estímulos.

  • Respetar normas culturales. Uzbekistán es un país musulmán moderado. No se exige ningún código estricto de vestimenta, pero sí se agradece vestir de forma respetuosa, especialmente en mezquitas y madrassas.

  • Sanidad básica y botiquín. Llevar un botiquín infantil es importante, ya que no siempre encontrarás farmacias con productos occidentales. Contar con seguro médico —como el que llevasteis— añade tranquilidad y evita complicaciones.

  • Sensación general: viaje tranquilo y seguro. Incluso viajando con un bebé de 24 meses, nos sentimos protegidos, bien acogidos y muy cómodos durante todo el recorrido. Es un país amable, fácil de recorrer y perfecto para familias que buscan cultura, historia y aventura sin preocupaciones.

Viajar a Uzbekistán en familia ha sido una experiencia transformadora, un recorrido por ciudades legendarias que respiran historia y, al mismo tiempo, un viaje íntimo marcado por el ritmo sereno de nuestro bebé. Este país nos recibió con una hospitalidad inmensa, una seguridad que nos permitió movernos con total tranquilidad y una belleza que combina lo antiguo y lo moderno de una forma única. Si estás pensando en una gran aventura cultural que también sea cómoda para viajar con niños, Uzbekistán es un destino que sorprende, emociona y se queda para siempre. Nosotros ya soñamos con volver algún día, quizá siguiendo de nuevo los pasos de la Ruta de la Seda.

 

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¿Es seguro viajar a Uzbekistán con un niño pequeño?

Sí, es un país muy seguro y tranquilo para familias. Las ciudades turísticas son estables, están bien vigiladas y la gente es extremadamente amable con los niños.

¿Cuál es el mejor transporte para moverse con un bebé en Uzbekistán?

El tren es la opción más cómoda para trayectos entre ciudades, y Yandex Go (el Uber local) funciona genial para moverse dentro de ellas. Ambas opciones son fiables, económicas y familiares.

¿Se puede pagar con tarjeta o es necesario llevar efectivo?

Las tarjetas funcionan bien en hoteles y comercios modernos, pero en mercados y taxis tradicionales necesitarás efectivo. Es ideal llevar soms y algo de euro como reserva.

¿Qué precauciones sanitarias debo tener viajando con un bebé?

Beber siempre agua embotellada, llevar un botiquín básico y proteger al niño del sol es esencial. Además, viaja siempre con un seguro médico, como IATI o el recomendado en Momondo, para viajar con total tranquilidad.

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