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Viaje en familia con bebé por Dinamarca: 9 días explorando Copenhague y la isla de Fyn, descubriendo castillos, historia vikinga y la magia de Hans Christian Andersen.
Viajar en familia es una de las experiencias más enriquecedoras que se pueden vivir, especialmente cuando lo haces con un bebé. En nuestro caso, mi pareja, nuestro bebé de 9 meses y yo decidimos aventurarnos a Dinamarca, un país que, aunque pequeño, está lleno de historia, cultura y paisajes impresionantes.
A continuación, te contaré nuestra experiencia en este hermoso país, desde los castillos de cuento hasta los fiordos y ciudades históricas, en un viaje que abarcó desde la capital, Copenhague, hasta la isla de Fyn.
El día comenzó temprano. Muy temprano. Nuestro vuelo desde Palma de Mallorca despegaba a las 5:45 de la mañana con Ryanair, lo que significó un madrugón, pero la emoción del viaje nos mantuvo despiertos. Llegamos a Copenhague a las 8:55h y, tras recoger nuestro coche de alquiler (reservado a través de Holidays Auto y alquinado a Avis), nos dirigimos a nuestro primer destino: el famoso Castillo de Kronborg en Helsingør.
Kronborg, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es conocido por ser el escenario de la famosa obra "Hamlet" de Shakespeare. Aunque nuestro bebé dormía plácidamente en su cochecito, nosotros nos maravillamos con la imponente fortaleza que una vez fue clave para la protección del reino danés. Paseamos por sus murallas, imaginando cómo habría sido la vida aquí en el siglo XVI. Además, el castillo está rodeado por el estrecho de Øresund, lo que ofrece unas vistas impresionantes del mar y de Suecia al otro lado.
Después de un almuerzo rápido (llevábamos unos sándwiches para no perder tiempo), continuamos nuestro recorrido hacia el Castillo de Frederiksborg, en Hillerød, otro tesoro renacentista rodeado de un impresionante lago. Aunque el día era largo, explorar los jardines barrocos y el Museo Nacional de Historia que alberga en su interior fue un verdadero placer. Nuestro bebé, encantado de ver tanto espacio verde, se divirtió gateando por los jardines mientras nosotros nos deleitábamos con la majestuosidad del lugar.
Al caer la tarde, nos dirigimos a nuestro hotel Tune Kursuscenter en Greve, cerca de Roskilde, para descansar después de un primer día agotador, pero maravilloso. La cena fue en el restaurante local Koege Bugt Kro, donde probamos algunos platos tradicionales como el schnitzel, mientras nuestro pequeño disfrutaba de una papilla casera. Elegimos este hotel porque al día siguiente queríamos visitar la ciudad vikinga de Roskilde y salía más barato, teniendo coche, dormir aquí por 94 euros. Recordemos que Dinamarca no es un país barato para el bolsillo español y cada euro que se puede ahorrar se agradece.
El segundo día lo dedicamos a explorar Roskilde, una ciudad histórica que fue en su día la capital de Dinamarca. Comenzamos la jornada visitando la Catedral de Roskilde, un monumento imponente que domina el horizonte. La catedral, construida en el siglo XII, es famosa no solo por su arquitectura de ladrillo gótico temprano, sino también porque en ella descansan varios reyes y reinas de Dinamarca. Pasear por sus naves y ver las tumbas reales es un recordatorio del poder que esta ciudad tuvo en tiempos antiguos.
Después de una mañana cultural, nos dirigimos al Museo de Barcos Vikingos. Este museo al aire libre nos dejó boquiabiertos. Alberga los cascos de cinco barcos vikingos del siglo XI, recuperados del fiordo de Roskilde en los años 60. Fue increíble imaginar cómo estos barcos, tan rudimentarios a nuestros ojos modernos, surcaron los mares hace más de mil años. Además, el museo ofrece paseos en réplicas de barcos vikingos, aunque decidimos no embarcarnos debido a la edad de nuestro bebé.
Para el almuerzo, optamos por algo sencillo: un delicioso sándwich de cerdo crujiente en Lene's Streetfood. Sencillo, pero lleno de sabor, y perfecto para continuar nuestra aventura por Roskilde sin perder mucho tiempo.
Después de terminar nuestra visita en Roskilde, tomamos la carretera y emprendimos un viaje de aproximadamente dos horas hacia la isla de Fyn, donde pasaríamos las siguientes tres noches. Para llegar a Fyn, es necesario cruzar el impresionante puente de Storebælt, una auténtica maravilla arquitectónica que conecta las islas de Selandia y Fionia (Fyn en español). Aunque su estructura es imponente y ofrece vistas espectaculares, cruzarlo tiene un coste. El peaje es de 245 DKK (unos 33 euros) por trayecto, una suma considerable, pero que merece la pena por la experiencia de atravesar una de las construcciones más icónicas de Dinamarca.
Nuestro alojamiento para esos días era una acogedora casita en Millinge, rodeada de campo y cercana al mar. Elegimos este lugar por la privacidad, el espacio y la tranquilidad que ofrecía, perfecto para relajarnos después de las jornadas de exploración. Además, se convirtió en nuestro punto estratégico para realizar todas las excursiones planeadas por la isla de Fyn.
Tras una noche tranquila en nuestro alojamiento en Millinge, el tercer día nos llevó al corazón de la isla de Fyn, donde visitamos el Castillo de Egeskov, uno de los castillos renacentistas mejor conservados de Europa. El castillo, rodeado por un foso y hermosos jardines, parece sacado de un cuento de hadas. Para nosotros, lo más impresionante fue el laberinto de setos y los extensos jardines, donde nuestro bebé pudo gatear libremente mientras nosotros disfrutábamos del paisaje.
El castillo también alberga museos fascinantes, como uno dedicado a vehículos antiguos y otro a juguetes históricos, lo cual fue un añadido encantador a nuestra visita. ¡Puedes ver un Delorian! Como en Regreso al Futuro y hacerte con este coche una foto tranquilamente porque no hay aglomeraciones esperando para hacerla, Además, hay un parque de aventuras en los árboles, que sería perfecto para niños más mayores.
En realidad el Castillo de Egeskov es como un parque temático donde puedes ir a pasar todo un día y ver muchas cosas, no solo un edificio medieval. Es precioso y un lugar ideal para en familia, por eso, aunque el precio es un poco alto, vale la pena desde mi punto de vista si pasas allí el día.
Después del castillo, nos dirigimos al pintoresco pueblo costero de Faaborg. Este pequeño pueblo, con sus calles adoquinadas y casas con entramado de madera, fue en su día uno de los puertos más importantes de Fyn. Aquí, disfrutamos de una comida en Det Gamle Røgeri, donde probamos su bufet ilimitado de pescado y marisco. ¡Toda una delicia para los amantes del mar!
El cuarto día de nuestra aventura por Dinamarca fue dedicado por completo a Odense, la ciudad natal del célebre escritor Hans Christian Andersen. Decidimos concentrarnos en un solo destino para tomarnos las cosas con más calma, ya que sabíamos que un día de exploración tranquilo era lo mejor para nuestro bebé.
Nuestra primera parada fue la casa-museo de Hans Christian Andersen, un lugar que sin duda te transporta al mundo mágico de sus cuentos. A medida que recorríamos las habitaciones de la casa donde creció, conocimos más detalles de la vida de este autor inmortalizado por historias como La Sirenita y El Patito Feo. Nos sorprendió descubrir cómo su humilde origen influyó en muchas de sus obras, y mientras paseábamos por las calles de Odense, nos sentíamos como si estuviéramos caminando por uno de sus relatos. La ciudad está impregnada de referencias a Andersen, desde estatuas hasta rincones que evocan su legado, lo que la convierte en un lugar especial para cualquier amante de la literatura.
El quinto día comenzamos con una visita a Funen Village, un museo al aire libre que recrea la vida rural danesa del siglo XIX. Originalmente lo habíamos planificado para el día anterior, pero nos pareció mejor dejar esta visita para el último día en la isla de Fyn. Esta decisión resultó ser un acierto, ya que el museo es un lugar donde se puede disfrutar sin prisas. Mientras caminábamos entre las granjas con techos de paja y antiguos molinos, nos sorprendía lo bien conservados que estaban los edificios. A nuestro bebé le encantaron los animales de granja, especialmente las ovejas, gallinas, conejos, cerdos y los caballos, y ver su curiosidad al interactuar con este entorno tan distinto a lo que está acostumbrado fue toda una experiencia. El museo es perfecto para familias y una oportunidad única para adentrarse en la cultura rural danesa de hace más de un siglo.
Tras la visita a Funen Village, nos pusimos de nuevo en marcha hacia Copenhague, lo cual significaba cruzar nuevamente el magnífico puente de Storebælt. Aunque no es barato, la experiencia de cruzar esta maravilla arquitectónica lo compensa con creces.
Una vez llegamos a Copenhague, nos dirigimos directamente al Cabinn Copenhagen, el hotel donde pasaríamos nuestras últimas noches en Dinamarca. Dejamos las maletas y, sobre todo, la cuna de viaje que habíamos estado transportando durante todo el viaje. Esta decisión nos permitió organizarnos mejor para el resto del día, ya que viajar con tantas maletas y un bebé puede ser todo un reto logístico.
Después de acomodarnos en el hotel, nos dirigimos al aeropuerto para devolver el coche de alquiler. Con todo listo, cenamos cerca del hotel en Copenhague y nos fuimos a dormir para así empezar al día siguiente nuestra visita familiar con un bebé de 3 días a la capital danesa.
Comenzamos nuestro primer día en Copenhague con la visita al Parque Tivoli, uno de los parques de atracciones más antiguos del mundo. Nada más cruzar la entrada, te sientes como si estuvieras entrando en un cuento de Hans Christian Andersen. Los coloridos jardines, los edificios de estilo romántico y las atracciones para todas las edades hacen de Tivoli un lugar especial. Aunque nuestro bebé era todavía pequeño para las atracciones, disfrutó muchísimo observando las luces y los sonidos vibrantes que rodean el parque. Nos dimos un paseo por los jardines y aprovechamos para hacer unas fotos familiares inolvidables.
Después de un rato en Tivoli, nos dirigimos a la Plaza del Ayuntamiento (Rådhuspladsen), un lugar histórico y uno de los principales centros de la ciudad. Desde allí comenzamos nuestro recorrido por la famosa Strøget, la calle peatonal de tiendas más larga y conocida de Copenhague. Esta calle es un paraíso para los compradores, con una variedad de marcas internacionales y locales. Aunque no compramos mucho, fue un paseo encantador, especialmente al admirar la arquitectura danesa que enmarca la calle.
Continuamos nuestro recorrido hacia la Fuente de las Cigüeñas en Amagertorv, una plaza que marca el corazón de Strøget. La fuente es un lugar emblemático, y siempre está llena de vida con gente sentada alrededor, disfrutando del ambiente.
Nos dirigimos al Palacio de Christiansborg, sede del parlamento danés. Aunque no entramos ese día, admiramos su imponente arquitectura desde fuera. La torre del palacio, que visitaríamos otro día, prometía ser una experiencia interesante.
Luego nos dirigimos a Nyhavn, uno de los lugares más icónicos de la ciudad. Las coloridas casas junto al puerto y los barcos antiguos atracados en el canal crean una postal perfecta. Aquí decidimos tomar una ruta en barco por los canales, una experiencia que, sin duda, nos permitió ver la ciudad desde una perspectiva diferente. Lo mejor de todo fue que conseguimos los billetes por solo 9 euros por persona (60 DKK), y el bebé no pagaba. Durante la hora que duró la travesía, pasamos por varios de los puntos más importantes de la ciudad, como el Palacio de Christiansborg, el edificio del Royal Copenhague, y muchos otros lugares que veríamos más de cerca luego o en los próximos días.
Después de bajarnos del barco visitamos la Sirenita, uno de los emblemas de la ciudad. Aunque la estatua es más pequeña de lo que muchos esperan, su simbolismo y la belleza del lugar la hacen un punto imperdible.
Para finalizar el día, nos dirigimos a Kastellet, una antigua fortaleza en forma de estrella, perfecta para un paseo relajado. Las vistas de los molinos de viento y el puerto nos hicieron sentir la calma de la ciudad, incluso después de un día lleno de visitas.
El segundo día en Copenhague lo empezamos visitando uno de los lugares más curiosos de la ciudad, la Torre Redonda (Rundetårn). Subir hasta la cima de la torre fue toda una experiencia, especialmente porque, en lugar de escaleras, tiene una rampa en espiral diseñada para que los antiguos astrónomos pudieran subir sus equipos con facilidad. La vista desde arriba es impresionante, y nuestro bebé disfrutó mucho del aire fresco y las vistas panorámicas. Aquí accedimos pagando, el coste no es muy elevado y es un edificio original por visitar.
Desde allí nos dirigimos a la Iglesia de San Nicolás, que aunque ya no funciona como iglesia, se ha convertido en un vibrante centro de arte. El edificio tiene un encanto especial con su estructura histórica contrastando con las modernas exposiciones en su interior.
A continuación, visitamos la majestuosa Iglesia de Mármol (Marmorkirken), una de las más imponentes de la ciudad. La entrada es gratuita, y el interior es sencillamente espectacular, con una cúpula enorme que te deja sin aliento. A pesar de la serenidad del lugar, nuestro bebé disfrutó escuchando los ecos mientras paseábamos por el interior. También pillamos de casualidad un concierto de órgano.
Después, fuimos al Palacio de Amalienborg, la residencia oficial de la familia real danesa. Aunque solo lo vimos por fuera. Aquí es muy famoso ver el cambio de guardia, pero por falta de tiempo no lo pudimos ver.
Después de un breve descanso para comer, nos dirigimos al famoso barrio de Christiania, una zona autónoma conocida por su arte urbano y ambiente alternativo. Las calles están llenas de vida, con murales coloridos y un aire de libertad que se respira en cada rincón. Aunque es un lugar fascinante, decidimos evitar las zonas más concurridas, priorizando la seguridad y tranquilidad para nuestro bebé.
Terminamos el día aventurándonos hacia la parte moderna de Copenhague, paseando a lo largo de los canales. Aquí pudimos admirar el famoso puente de las esferas (Cirkelbroen), que con su diseño innovador nos recordó un árbol de Navidad. Los reflejos del agua y la modernidad del lugar nos mostraron una faceta diferente de la ciudad.
El último día en Copenhague lo comenzamos subiendo a la torre del Palacio de Christiansborg, que ofrece una de las mejores vistas de la ciudad. Lo mejor de todo es que la entrada es gratuita, aunque si viajas con un bebé, necesitarás llevarlo en un portabebés, ya que la parte final del recorrido tiene escaleras que no son accesibles con carrito. La vista desde la torre fue un broche perfecto para nuestra estancia.
Después de bajar de la torre, decidimos visitar el Palacio de Rosenborg, uno de los palacios más bonitos de Copenhague. Con su apariencia de castillo de cuento de hadas, decidimos entrar para ver sus espectaculares interiores y, sobre todo, la cámara de las joyas de la corona danesa. La entrada nos costó 125 DKK por persona, que equivalen a unos 17 euros, pero valió totalmente la pena. Si no te apetece pagar, también puedes disfrutar de los jardines, conocidos como Kongens Have, que son igualmente encantadores para un paseo relajado.
El resto de la tarde lo dedicamos a pasear por el casco antiguo de la ciudad, donde las calles empedradas y la arquitectura antigua nos transportaron a otra época. Nos detuvimos en varios locales típicos para probar la comida danesa, desde smørrebrød (tostas con pescado o embutidos) hasta cervezas locales, lo que hizo que nuestra despedida de Copenhague fuera deliciosa.
Con esta última experiencia culinaria, nos despedimos de Copenhague, una ciudad que nos ofreció historia, modernidad y momentos inolvidables en familia.
El viaje llegó a su fin el 28 de agosto, cuando tomamos nuestro vuelo de vuelta a Palma. Dinamarca nos había ofrecido una experiencia inolvidable, llena de historia, naturaleza y momentos especiales en familia. Un país perfecto para viajar con niños, donde la seguridad, la limpieza y la amabilidad de la gente nos hicieron sentir como en casa. Sin duda, ¡volveríamos y lo recomendamos a todas las familias con adolescentes, niños o bebés!
Cuando comenzamos a planificar nuestro primer viaje internacional con nuestro bebé, lo principal era elegir un destino que cumpliera con una serie de requisitos. Viajar con un bebé de 9 meses puede ser tan emocionante como desafiante, por lo que necesitábamos un lugar que nos brindara tranquilidad, seguridad y la posibilidad de regresar rápidamente si surgía cualquier imprevisto. Después de mucho pensar, Dinamarca se presentó como el destino ideal. ¿Por qué? Aquí te cuento las razones principales que nos llevaron a escoger este hermoso país para nuestra primera aventura en familia.
Así que, después de sopesar todas estas razones, la decisión fue clara. Dinamarca nos ofrecía la combinación perfecta de cercanía, seguridad sanitaria, infraestructura moderna y una experiencia cultural fascinante. Todo lo que queríamos para nuestra primera gran aventura internacional en familia.
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